Estábamos ya hechos como la mano y el guante
Fruto lógico de esta tibieza hacia ellos fue el fomento de la amistad recíproca que nos unía a Alfredo y a mí. De mi parte, puedo afirmar que experimentaba casi de una manera física el acercamiento creciente de nuestros espíritus. El día que, por cualquier circunstancia, nos faltaba alguno de los habituales ratos de espansión confidencial, me parecía que me obligaban a cargar con un lastre insoportable que impedía el ascenso normal del globo de mi optimismo pueril. Estábamos ya hechos como la mano y el guante, para encontrar uno en el otro la forma y, el otro en el uno, el calor.
in La Sombra del Ciprés es Alargada (1948) de Miguel Delibes