14
Mar23
Le dolían sus frases, se le clavaban como dardos, muy adentro, en un lugar inlocalizable
Sebastián miraba sin decir nada las piernas blancas, deformadas por las varices, de su madre. Le dolían sus frases, se le clavaban como dardos, muy adentro, en un lugar inlocalizable.
Respiraba entrecortadamente. Aún no se había acostumbrado a la insolencia de Aurelia, machacándole sobre su insuficiencia física.
in Aún es de día (1949) de Miguel Delibes